lunes, 24 de agosto de 2015

Salvados por las tortas

“Las tortas hacen feliz a la gente, es un hecho”, afirma la dublinesa de 25 años Eva Lawes. “La casa puede quedar cubierta de harina, pero cocinar me hace sentir bien, comer la torta hace felices a quienes quiero y como resultado, eso me hace sentir genial. Es lo opuesto a un círculo vicioso”.
Hace algunos años, Eva no se sentía muy positiva. Tras la muerte de su padre, cuando ella solo tenía 19 años, empezó a sufrir de ansiedad, lo que terminó provocándole ataques de pánico. Después, una vez que terminó la universidad, su estrés se agravó a causa de sus fallidos intentos de encontrar un trabajo como diseñadora de vestuario.
“El estrés se duplicó. Me sentía perdida e intentaba encontrarle un propósito a mi vida. Después de graduarme, trabajaba en comercio y lo odiaba. Quería un trabajo en diseño, pero como no lograba encontrarlo, hasta que en un momento dejé de intentarlo”.

Para ocupar su tiempo libre Eva se volcó a la pastelería, algo que disfrutaba cuando era pequeña. “Me dio algo en lo que enfocarme. Fue un proceso muy rápido”.
Eva está tan convencida del poder reparador de la pastelería que espera convertirla en una profesión. “Ha sido tan bueno para mí que me di cuenta de cuánto amo cocinar, y que me gustaría que sea mi trabajo”.
La pastelería se ha puesto de moda en los últimos años. Pero sabías que además es terapéutica? Que el solo hecho de concentrarte en hacer bien una torta es bueno para tu salud mental?
Eso es lo que afirma un reportaje del Wall Street Journal de fines del año pasado. Tan es así que los psiquiatras de Estados Unidos están utilizando cursos de pastelería en clínicas y centros de tratamiento de la depresión y motivando a sus pacientes para que canalicen sus energías en la creación de tortas, y así concentren su mente en propósitos positivos.
En Connecticut (Estados Unidos), la chef Patricia D’Alessio dijo al mencionado diario que la pastelería “los hace enfocarse en en emociones diferentes de las que les causan estrés o de su vida cotidiana”. La escritora Marian Keyes encontró tal alivio en cocinar cosas dulces que está convencida de que fue la pastelería lo que le permitió superar un periodo de profunda depresión en su vida, e incluso escribió un libro al que tituló “Salvada por la torta”.
Ella describe cómo intentó todos los tratamientos recomendados para dejar de sufrir, pero nada funcionaba e incluso había dejado de escribir. Un día, decidió hacer una torta por el cumpleaños de una amiga y ya no pudo parar de cocinar. Aunque no es algo que la haya curado, Marian afirma que fue lo que la salvo en sus peores momentos, cuando llegó a tener ideas suicidas. “La pastelería hace que me concentre solo en lo que tengo frente a mi nariz”, explica. “Me tengo que concentrar en pesar el azúcar, en tamizar la harina. Es algo que me trae calma y además creo que es mágico: empiezas con estas cosas disparatadas como huevos y manteca todo se convierte en algo totalmente diferente”.
Será este elemento de auto-ayuda lo que volvió popular a la pastelería en estos años?
Después de todo, en los tiempos frenéticos que vivimos, parece que todos tratamos de encontrar alivio en actividades positivas como el ejercicio, el ‘mindfulness’ o, en este caso, las tortas.
La moda de la cocina parece estar relacionada también con el deseo de recuperar actividades de tiempos más sencillos y encontrar felicidad en un pasatiempo sano, que impulsa a la gente común a ‘decorar su camino’ hacia un éxito muy dulce.

Y aún así, la repostería tiene los aficionados más inesperados, como el modelo internacional Sam Homan. Aunque resulte increíble, tatuado y con 23 años, el musculoso Adonis se siente cómodo en la cocina. “Siempre me interesaba por lo que hacía mi madre en la cocina cuando era pequeño, cuando estaba en el secundario quise aprender de carpintería pero todos los cursos estaban repletos. Acabé haciendo Economía del Hogar por seis años, y supongo que eso encendió una chispa en mi”.

Cuando le preguntan cómo toma la gente su gusto por la pastelería, siendo que su apariencia no es la que generalmente se espera de alguien que trabaje con harina y azúcar, su respuesta es simple: “No juzgues a un libro por su portada”.
“Definitivamente hay personas que se sorprenden mucho de que pueda hornear tortas y crear pasteles de casamiento o cumpleaños, pero lo disfruto porque somos solo yo, los ingredientes y la cocina”, afirma Sam.
“Es el único momento en que puedo ser yo mismo, y estar solo conmigo mismo. Me resulta terapéutico. Y es placentero saber que lo que hago va a ser disfrutado por otras personas”.

Para otros, como Amy O’Connell (25 años) de Monkstown, Dublin, la repostería es algo en lo que se involucró a una edad temprana y desde entonces nunca dejó. Ella asegura que el proceso lento y deliberado que exige elaborar una torta es algo que realmente la ayuda en momentos de estrés. “No recuerdo ninguna etapa en que la pastelería no fuera una parte de mi vida –lo aprendí por ósmosis”, explica.
“Para mí es inmensamente placentero crear algo de la nada. Amo la sensación de satisfacción de estar produciendo una cosa que dará placer a otros, y el encanto de una actividad que es como de otro tiempo es parte de su atractivo”.
“Me gusta bajar la velocidad y dedicar tiempo a una actividad que aprendí de mi madre y mi abuela. Es un cable a tierra”.

The Irish Independent




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